Carta abierta a la militancia a combatir el miedo.
Queridas y queridos camaradas,
Hoy el partido ha llegado a una encrucijada histórica respecto de si aprobar o rechazar la nueva constitución que se propone. Pero la encrucijada más importante que enfrentamos sin lugar a dudas es cómo salir de la irrelevancia política en la que hemos caído en los últimos años.
En las elecciones de 1973, meses antes de la caída de la democracia, nuestro partido consiguió a nivel diputados cerca del 33 por ciento de los votos, cifra similar a la que obtuvo en las primeras elecciones libres luego de la dictadura del general Pinochet (1973-1990). En las recientes elecciones de 2017 obtuvo sólo el 10,3 por ciento a nivel parlamentario y 5.88% en la presidencial. En 2021 a pesar de registrar una importante alza a nivel presidencial con la candidatura de Yasna Provoste (11.6%), a nivel diputados caímos a un 4.19% de los votos (el peor resultado de nuestra historia partidaria) y en elección de constituyentes obtuvimos un 1 sólo escaño.
Dicha debacle se explica por una política procedimental, táctica, disfrazada de falso consenso, más preocupada de guardar falsos equilibrios, responder a intereses mezquinos, y obviar el debate franco, directo. Un partido que a medida que se modifican las circunstancias históricas, no ha sabido vincular adecuadamente los principios con los hechos, y cuidar que la dimensión práctica o política sea congruente con los principios doctrinarios, deduciendo de ello orientaciones políticas ajustadas a la realidad histórica que vivimos. Especialmente en un contexto post estallido y de absoluta desconexión de las personas con la política y sus instituciones.
En esa línea, la evidencia propia nos indica que, si no somos capaces de cambiar dicha dinámica y tomar definiciones importantes frente a la ciudadanía, seguiremos perpetuando el camino de la irrelevancia. Para hacer un poco de historia, ese fue el caso a principios de la década de 1930 del Partido Conservador (parte del cual devino después en nuestra Falange). En esos años y con el país atravesando por las graves consecuencias sociales producidas por la crisis económica mundial, un grupo de jóvenes católicos y a contrapelo de una elite social establecida, liderado por Bernardo Leighton, Eduardo Frei Montalva y Manuel Antonio Garretón Walker, asumió los principios y valores planteados por la doctrina social de la Iglesia. Parte de ese grupo perteneciente al Partido Conservador, desafió el status quo vigente, para proponer una orgánica rupturista que entregara nuevas soluciones para los problemas sociales vigentes. En 1936, este grupo conformó la Falange Nacional.
Por ello, en esta hora definitiva, invitamos a nuestros camaradas a imitar el ejemplo de nuestros padres fundadores, creer en su partido antes que la realidad histórica nos supere, alentar la democracia interna establecida y desafiar el status quo largamente imperante.
Porque como relevara Eduardo Frei Montalva en 1980 en su discurso del Teatro Caupolicán, cuando llamara a desafiar la Constitución de Pinochet y convocar a una Asamblea Constituyente, “sabemos que un retorno a la democracia significa riesgos e incertidumbres que son inevitables en todas las naciones y regímenes. Pero la continuidad del actual sistema, tarde o temprano, llevará al país a una situación realmente caótica”.
En ese sentido, los invitamos a combatir el miedo a debatir, el temor paralizante a disentir. Los convoco a apoyar el proceso reflexivo, honesto, desapasionado e informado que esperamos desarrolle nuestra Junta Nacional como órgano máximo de representación, este 6 de julio, para determinar qué camino institucional tomar de cara al plebiscito de salida.
Porque no hay nadie más grande que el partido, confiamos, este será el primer paso en la ruta hacia una reconstrucción identitaria de nuestra querida Democracia Cristiana. Una reconstrucción no sólo de las ideas, programa y elencos para enfrentar los grandes desafíos del siglo XXI. Pero sobre todo una refundación del partido, que lo encause y resitúe en un actuar basado en la ética de la convicción, la valentía y el sentido de oportunidad para defender aquellos principios fundantes de nuestro partido. Esto es, la defensa de los derechos de la persona; la promoción del bien común; la comunidad como ámbito solidario de personas; el Estado social y democrático de derecho; el fortalecimiento de la sociedad civil y el sentido de una economía humana. Principios que elevan la política del bien común y la defensa de los más postergados, antes que la política del personalismo, el populismo, el conformismo y la intrascendencia.
Por último camaradas, hacemos un llamado a la tranquilidad, la templanza, a actuar con reflexividad, generosidad y sobre todo convicción. Nuestro partido y el país demandan y esperan una Democracia Cristiana, clara, decidida, que actúe a la altura de los desafíos que exige este importante momento histórico.
Felipe Delpin, Presidente Democracia Cristiana
Aldo Mardones, 1er Vicepresidente DC
Héctor Barría, 2do Vicepresidente DC
Yasna Provoste, 3era Vicepresidente DC
Patricio Ferreira, 4to Vicepresidente DC
Francisca Hernández, 5ta Vicepresidenta DC
Cecilia Valdés, Secretaria Nacional DC
⏬Carta Abierta a mis Camaradas a combatir el miedo 24 06 2022